Una mirada retrospectiva a un fenómeno que se acelera: la disrupción

Una mirada retrospectiva a un fenómeno que se acelera: la disrupción

Recientemente objeto de teorización, el fenómeno de la disrupción se define como un proceso mediante el que un producto, un servicio o una solución rompe con las normas en un mercado ya asentado. Los avances tecnológicos, junto con la globalización del comercio y los cambios demográficos contribuyen ya a su extensión a todos los sectores de la economía.

Éste es proceso interminable. El concepto de “disrupción” solo existe desde hace unos cinco años, pero es un proceso que podemos encontrar a lo largo de la historia. Aunque se ha conceptualizado recientemente, debido a la aceleración tecnológica el mundo ha experimentado sus consecuencias recientemente.

Las últimas innovaciones importantes, como internet, los objetos conectados, la robótica, los vehículos sin conductor o la impresión 3D, tienen en común que han proliferado con una velocidad sin precedentes y que han modificado de manera profunda nuestras formas de vida, de consumo y de trabajo, como muestra de la realidad del proceso en curso. Aunque comenzó siendo un fenómeno intangible, su concreción gradual y cada vez más evidente significan que debe ser definido en sí mismo.

El concepto de disrupción, introducido en 1997, fue definido por el profesor Clayton Christensen de la siguiente forma:

Un proceso económico mediante el cual un producto o un servicio innovador perturba el orden establecido en un mercado.”

Uno de los primeros ejemplos fue IBM, al facilitar para todos el acceso a los ordenadores, cuando anteriormente sólo se encontraban disponibles para unos pocos afortunados.

Pero la definición original es bastante restrictiva. Una empresa disruptiva debe:

  • Ser una start-up que presente una patente de un modelo nuevo y menos costoso;
  • Entrar de forma agresiva, desde abajo, en un mercado en el que los líderes no estén respondiendo a las necesidades de algunos clientes, descritos como “ignorados”;
  • Beneficiarse de un acelerador tecnológico que le permita escalar rápidamente en el mercado.

Ateniéndonos a esta estricta definición, empresas consideradas actualmente como “disruptivas” como Apple, Tesla o incluso Uber, no lo serían. Pero sus innovaciones, modelos de negocio y servicios representan un ruptura real con el pasado que han transformado completamente los hábitos de consumo. Estas empresas han comprendido perfectamente la siguiente diferencia:

Innovación creciente                    frente a         Innovación disruptiva
<=> optimizar lo existente                                 <=> cambiar todo el enfoque de consumo

La irrupción de una solución más simple, más inteligente, más práctica, menos cara es adoptada de forma natural por el consumidor. “

De igual forma, el concepto refleja generalmente la sustitución de un modelo de negocio por otro, integrando la noción de Joseph Schumpeter de “Creación destructiva”, un fenómeno secular del que hay muchos ejemplos a lo largo de la historia.

El dinero, el arado, la imprenta, la penicilina, la bombilla, el avión y la televisión son solo algunos ejemplos de innovaciones disruptivas inherentes. Las revoluciones agrícolas de los siglos XVII y XVIII, como hoy la revolución digital, se asemejan también a las grandes fases de disrupción.

“Históricamente, es una tendencia intangible, un fenómeno a largo plazo en el que los cambios ocurren cada cien o ciento cincuenta años, y que por tanto no los notaban la misma generación, señala Alexandre Janssen, responsable de innovación de Deloitte EMEA. El desarrollo tecnológico de los últimos treinta años es realmente la causa de la aceleración del fenómeno y por tanto de su conceptualización”.

La actual disrupción es única por la rapidez con la que sucede. Como indica Mark Zuckerberg, cofundador y presidente-CEO de Facebook, dos tercios de los objetos y productos que consumimos hoy en día no existían hace veinte años. Aunque la innovación tecnológica puede ser el principal motor de esta aceleración exponencial, ésta es también el resultado de una combinación de otros factores. La tendencia también está influida por la globalización de los intercambios, los cambios demográficos y los retos medioambientales. El cambio actual presenta muchas facetas precisamente porque están en juego diversos factores.

Contrariamente a lo ocurrido, por ejemplo, en la revolución industrial, cuyas repercusiones directas concernieron principalmente a los métodos de producción, la revolución actual también está trastornando los hábitos de vida y de consumo. El aspecto más familiar de este cambio es sin duda el tecnológico.

Apple, por ejemplo, que “disrumpió” el mercado musical a principios de la década de los 2.000 con iTunes, está abordando ahora la recogida de datos sanitarios. El proceso es por tanto irreversible y cada vez más general. Ayer fue la música, hoy es la banca, el transporte o la restauración… ¿Y por qué no mañana la educación?

En último término, el objetivo para grupos como Apple, Facebook, Google, Amazon y otros consistirá en convertirse en líderes en la conexión y la gestión de todas las plataformas de datos.

La disrupión actual está ya dando forma al mundo del futuro. El valor económico de este universo emergente es enorme, pero no siempre está delimitado de forma clara. Y en el centro de esta tendencia está el hecho que los “disruptores” actuales serán seguramente los “disrupteados” de mañana. El proceso es sin embargo irremediable: la disrupción está en todas partes y afecta a todos.

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