Es hora de pensar en respuestas comunes a los problemas ambientales y sociales.

Es hora de pensar en respuestas comunes a los problemas ambientales y sociales.

Preocupaciones por el fin del mundo, o simplemente por llegar a fin de mes; una crisis ambiental por un lado y una crisis social por el otro. Las dos grandes crisis de nuestro tiempo han sido consideradas durante mucho tiempo como diferentes. Hasta ahora. Cada día, una nueva realidad se hace más clara: será imposible hacer frente al desafío medioambiental sin abordar también la crisis social.

Entrelazadas, las crisis sociales y ambientales

¿Alguien tiene todavía alguna duda sobre la realidad de la crisis ambiental? La ONU, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), las consultorías independientes… no faltan informes que dan la voz de alarma y analizan los riesgos a los que se enfrenta nuestro planeta y su gente. Junto con las publicaciones científicas y las manifestaciones de los activistas, la opinión pública de todo el mundo está siendo influenciada por las primeras repercusiones visibles del cambio climático, como las temperaturas récord, los enormes incendios y los desplazamientos de población a escala masiva.

Al mismo tiempo, otro tipo de crisis está acaparando los titulares de todo el mundo: la crisis social causada por la creciente desigualdad. Con más de la mitad de la riqueza mundial en manos del 1% más rico1, la igualdad está creciendo, incluso dentro del mismo país2. De Argelia al Líbano, de Chile a Francia, de Ecuador a Hong Kong… las realidades cotidianas pueden ser diferentes, pero la población local está poniendo de relieve los mismos males, con diversos grados de violencia.

Aunque separadas, a primera vista, estas dos cuestiones parecen estar cada vez más interrelacionadas. Una ilustración de la conexión entre ellos es el movimiento de protesta de los gilets jaunes (chaleco amarillo) en Francia, que comenzó como respuesta a un nuevo impuesto sobre los vehículos más contaminantes. Nicolas Hulot, ex ministro de Medio Ambiente del país, dijo en su momento que era vital para evitar que «el fin del mundo» entrara en conflicto con la necesidad de «llegar a fin de mes».

Mirando más de cerca, las crisis ambientales y sociales se unen de dos maneras. En primer lugar, porque las personas más afectadas por la crisis ambiental son los más pobres de la sociedad. «El deterioro del medio ambiente repercute en la desigualdad de la sociedad», comenta Jeanne Fagnani, directora de investigación del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS). El daño que se inflige a sus víctimas tiene un efecto acumulativo, siendo el ejemplo clásico África, donde los más pobres tienen que caminar distancias considerables para tener acceso al agua». Incluso dentro de los países ricos, las personas más desfavorecidas de la sociedad son las primeras en sufrir, como las 1.836 personas que murieron a causa del huracán Katrina cuando éste azotó a Luisiana en los Estados Unidos en agosto de 2005.

Sin embargo, hay otra razón por la que las crisis -y las soluciones a las mismas- son interdependientes: las personas no estarán dispuestas a realizar los cambios necesarios en sus estilos de vida, si esos cambios no conducen también a una reducción de la desigualdad. Como dijo el economista francés Jacques Le Cacheux: «La mayoría de la gente rechaza las políticas necesarias para resolver las crisis ambientales. Sólo puede hacerlo con su apoyo. Tienes que diseñar políticas que sean a la vez efectivas y justas». En un reciente informe de la Agencia Francesa del Medio Ambiente y la Gestión de la Energía (ADEME) se afirma que, si bien los franceses desean que se adopten medidas en relación con el cambio climático, desean que esas medidas se compartan de manera justa y democrática3. Aunque el movimiento de los gilets jaunes subraya el poderoso rechazo de las soluciones actuales, parece imposible no asumir un desafío de enorme importancia: encontrar un nuevo enfoque que ofrezca tanto la protección del medio ambiente como la reducción de las desigualdades.

Iniciativas ambientales como respuesta a problemas sociales

Sin embargo, la dificultad en el centro de esta tarea es conciliar las demandas a corto plazo y las necesidades a largo plazo. Jeanne Fagnani, que editó una obra colectiva «Environnement et inégalités sociales4» con Floran Augagneur, considera que esta es la clave para proporcionar justicia ambiental. «A corto plazo, hay que centrarse en los sectores más vulnerables de la sociedad y en la necesidad de proporcionarles puestos de trabajo, un medio ambiente sano, un aire no demasiado contaminado, etc. A largo plazo, es de interés para todos combatir el calentamiento global y la contaminación». Para romper el punto muerto, Jeanne Fagnani pide un enfoque multidimensional: «Necesitamos un enfoque sistemático para que, por ejemplo, a nivel de política pública, no haya necesariamente un solo ministerio que se ocupe de las cuestiones ambientales, sino que tengamos una política de integración».

En la práctica, significaría que, desde el principio, la política pública incluiría los aspectos ambientales y su impacto en términos de justicia ambiental. Esas políticas deberían evitar penalizar a ciertos grupos (clase social, género, etnia, etc.) más que a otros, y asegurar que todos disfruten de los mismos beneficios de las políticas ambientales. «Asegurarse de que ningún sector de la sociedad quede excluido de estas políticas significa dar a todos la oportunidad de dar su opinión y denunciar las injusticias que pueda crear una determinada política». El investigador señala que Francia ya cuenta con una organización cuya función es asegurar la discusión de estas cuestiones: el Comité Nacional para el Debate Público.

Dicho esto, no hay una bala de plata para resolver estos problemas. «Lo que se necesita es crear toda una serie de medidas, y hacerlas coherentes», subraya Jacques Le Cacheux. «Existen algunas soluciones, como el ‘cupón de energía’, que permite aumentar el coste del carbono, manteniendo el poder adquisitivo de las personas de bajos ingresos. Es una forma de hacer que estas soluciones sean socialmente más aceptables». En general, se necesita una política más ambiciosa para gravar los daños ambientales y luego redistribuir los ingresos subsiguientes. Esa ambición implicaría cambios profundos en aspectos esenciales de la vida cotidiana, como los hábitos alimentarios (en los comedores escolares, por ejemplo) y el transporte (aumentando la oferta de transporte público). Todo lo que pueda ayudar a reducir nuestro impacto en el medio ambiente debe formar parte de la ecuación. Cada nueva medida tiene que ser diseñada – y vista por todos – como un paso más hacia la reducción de la desigualdad.

Notas —
1. Oxfam report, 2015
2. https://wid.world/world-inequality-lab/
3. https://www.ademe.fr/enquete-francais-lenvironnement-vague-5
4. Publicado por La Documentation française, 2015
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